
De pronto mi mirada se choca con ellos, desde lejos los diviso. Están parados frente a un alambrado que delimita la calle de un campo. Él acaricia a un burrito que vino obviamente al escuchar el llamado. Ella lo mira a él, también al burrito y sonríe con ternura mientras también aprecia la belleza de este día de cielo azul, que despeja cada vez más, un vientito primaveral que se quiere acercar antes de lo debido...
Él acaricia y le da algo de comer ella sigue contemplándolos y yo cada vez más lento observo todo el cuadro. Él tiene más de 70 años y ella por ahí, también. Seguro han compartido más tiempo juntos que separados en sus vidas, seguro que sí porque esa ternura que irradian, el compartir ese momento, detener el auto, bajarse, acariciar al burrito, mirarse, sonreír contemplar el contexto, no es casualidad...no no lo es.
A mí también me quitan de la rutina, me bajan del reloj, me alejan por un momento del asfalto y me transmiten la esencia de la vida. Ese instante en que se comparte tanto y de forma tan sencilla. Qué lindo!, son dos niños grandes, maravillados ante algo que nos regala la naturaleza y que siempre está ahí, seguramente cada día que paso, pero que hoy, ella y él me lo mostraron para que no me pierda todo eso...
Ahora sigo rumbo a mi trabajo pero con una sonrisa instalada en mi cara....