sábado, 10 de abril de 2010

Puente

Camino por la plaza, y de pronto me choco con ellas, sentadas ahí como tantas veces en el banco, siempre el mismo...
Una saluda a alguna persona conocida, mientras al lado, la más joven se hamaca en un vaivén continuo acompañado de una también continua conversación consigo misma o no, quién sabe?!.
La genética se nota y sin duda son madre e hija.
La segunda en su mundo, muy lejos de allí, a kilómetros de su madre pero al lado.
La madre observa todo, pegada a ella pero totalmente aislada por el continuo murmullo del desconocido mundo de su hija...
A su alrededor, hay más gente, me siento yo en un banco cercano e intento imaginar qué pasará por la cabeza de ambas.
Hago un paneo del entorno: un banco a la derecha un joven manipula con soltura su teléfono móvil enviando mensajes; un banco a la izquierda una pareja que se habla al oído entre besos y abrazos; unos metros adelante una abuela que disfruta viendo cómo su nieto corre tras las palomas; unos metros más atrás yo que me despegué de mi mundo intentando acercarme a esos otros...la sonrisa del niño que corre las palomas me abre una puerta al suyo: puro, ingenuo, feliz
De a ratos la madre mira a su hija pero como si lo hiciera desde la distancia que impone ese continuo murmullo e intentando asegurarse de tenerla allí...luego continúa mirando su entorno. Pasa una chica de la edad de ella, enérgica, saludable, con andar decidido. La sigue con la mirada, respira hondo...lo que daría por ver a su hija tan saludable y valiéndose por sí misma, la sigue con la mirada y de pronto un perrito la toca con su hocico como enviado por alguien, a distraerla de su reflexión, ella lo acaricia el le agradece con el movimiento de su cola le da unas vueltas intenta subírsele a la falda y luego se va; la deja sonriendo...
Las dejo allí unidas por ese banco que ejerce de puente entre sus mundos....un tanto más distantes que el que me separa de cada una de las personas con las cuales me cruzo....